Capilla del Rosario en Vence: fruto de una amistad (I)

La amistad:

La historia del proyecto de la capilla del Rosario en Vence (Francia) es la historia de un encuentro entre dos personas muy diferentes, con formas muy distintas de entender la vida, que fructificaron en una larga y hermosa amistad.

 Nuestro primer protagonista es conocido por todos, el pintor  Henri MatisseAl inicio de nuestra historia, allá por el año 1941, contaba con la edad de 72 años, y había pasado un año desde que formalizara su separación de Ameélie Parayre, la madre de sus tres únicos hijos. Matisse se encuentra en un momento bastante gris de su vida: su querida Francia es ocupada por el ejército alemán mientras el resto del mundo se desangra a causa de la Segunda Guerra Mundial. Acaba de sufrir una grave operación en un intento de controlar su cáncer intestinal y se encuentra con un largo tiempo de convalecencia el cual no puede ejercitar su gran pasión: pintar.

Matisse en su estudio (1944)

Matisse en su estudio (1944)

Sabe que su juventud es solamente un recuerdo del pasado, que no podrá seducir como antaño a sus modelos y que su salud irá paulatinamente empeorando. Aún así, saca a relucir su coquetería varonil en la redacción de un anuncio que publicó en el periódico: «El artista Henri Matisse busca enfermera nocturna, joven y guapa». Pese a sus achaques y avanzada edad, hay que tener en cuenta la reputación del pintor, que era conocido sobre todo por realizar desnudos femeninos. ¿Quién se atrevería a contestar tal anuncio?

Pues la respuesta la tenemos en el segundo protagonista de nuestra historia, una jovencísima estudiante de enfermería de nombre Monique Bourgeois. Ella se convirtió en un soplo de aire fresco para la vida del pintor, un gran alivio y una eficiente enfermera. No le importaba pasar las largas noches en blanco del artista dándole conversación, leyéndole libros, o lo que fuera menester para hacer más liviano su sufrimiento. Poco a poco fue creciendo la amistad y el cariño entre ambos, llegando un día la joven Monique a confesarle su afición a la pintura e incluso a atreverse a enseñarle alguno de sus dibujos.

Enfermera de la Cruz Roja (1940)

Enfermera de la Cruz Roja (1940)

Uno de los aspectos que más admiraba Matisse de su cuidadora era su total sinceridad. Es fácil darse cuenta de que para una celebridad como él, acostumbrado a las adulaciones continuas, este aspecto de la personalidad de Monique le pareciese tan atractivo. Un ejemplo de esta franqueza la encontramos cuando el pintor le preguntó  qué le parecían sus dibujos y pinturas; ella contestó que admiraba mucho los colores de sus pinturas pero bastante menos sus dibujos. Esta afirmación en vez de enfadar a Matisse, le sorprendió e incluso llegó a reconocer parte de razón en su joven crítica. Los papeles de enfermo y enfermera se mezclaban con los de maestro de pintura y alumna.

Su salud iba mejorando y, por consiguiente, sus ganas de volver a pintar. No tardó en intentar convencer a su joven amiga para que posara como modelo suya y, aunque Monique Bourgeois tenía muchas reticencias, al final terminó cediendo. Adornada con bisutería y un vestido de noche de gasa con escote, posó para la pintura al óleo  Monique en Robe Gray Posteriormente afirmó que no veía gran parecido entre ella y la mujer del cuadro, además de añadir que no le parecía realmente un gran cuadro. Pese a la decepción con el resultado  de la primera experiencia, continuó posando para tres obras más del artista: The IdolVestido de verde y naranjas Tabac Royal.

  

Monique in Gray Robe (1942)

The idol (1942)

Al poco tiempo Matisse se traslada a un pueblecito cercano a Niza, llamado Vence, mientras Monique continua con sus estudios de enfermería. Pero el destino quiso que pasara de enfermera  a enferma, y un principio de tuberculosis  fue el detonante para que su médico le aconsejara irse una temporada a una casa de reposo de las dominicas, en la localidad de Vence ¡justo enfrente de la casa del pintor! Allí su vida cambió por completo: descubrió su vocación religiosa.

En Matisse encontró una férrea oposición a su propósito de convertirse en monja. En un frenético intercambio de cartas para intentar disuadirla de tomar ese camino, el artista le escribió: «Yo no he necesitado pertenecer a ninguna vocación religiosa. Yo no he necesitado los sacramentos para glorificar el nombre de Dios en toda mi vida. Fui hasta Tahití para admirar la belleza de la luz que él creó, y compartirla con los demás a través de mi trabajo». Todo fue en balde, Monique tenía muy claro cual iba a ser su futuro. En 1946 realizó el voto perpetuo y se convirtió en la hermana dominica Jacques-Marie.

matisse-sor-jacques-marie-2-300x222

Matisse junto a sor Jacques -Marie

Una vez más parecía que alguien estaba empeñado en unir los caminos de Matisse y de la hermana Jacques-Marie  pues, como era tradición en aquella época, se le asignaría un convento en una ciudad distinta de aquella de la que ingresó.  Partió a un lejano convento de l’Aveyron pero poco tiempo después sus superioras decidieron enviarla de vuelta a Vence.

Desde entonces mucho se ha escrito sobre la relación atípica que formaban. En una entrevista a sor Jacques-Marie, en 1992, recalcaba que nunca pasó de ser una amistad profunda «Yo era un poco como su nieta o su musa y él, siempre se comportó como un perfecto caballero»

El inicio del proyecto:

En la casa de reposo de la dominicas en Vence usaban un viejo garaje a modo de pequeña capilla. Éste se encontraba en un estado de auténtica ruina, donde las goteras hacían su acto de presencia a la mínima precipitación. El frío o el calor, dependiendo de la época del año, eran excesivos para las hermanas. Pronto se dieron cuenta de la necesidad de construir una nueva capilla. El mayor problema radicaba en la escasez económica de la orden para poder realizar tal proyecto.

A esta necesidad de tener un lugar adecuado para orar, se le sumó una casualidad: sor Jacques-Marie mostró a Matisse un pequeño boceto suyo en el que representaba el misterio de la Asunción de la Virgen María. El artista le animó a convertir ese boceto  en una vidriera, quizá de la futura capilla que querían construir. Ella le sugirió que fuera él el encargado de realizar una serie de pinturas y vidrieras destinadas para el futuro proyecto de la capilla y enseguida Matisse empezó a idear la manera de transformar un viejo garaje en un luminoso oratorio.

Ahora la hermana Jacques-Marie tenia que resolver otro gran problema. Tenía que convencer a la madre superiora, la hermana Agnes de Jesús, de que aceptase a un pintor conocido mundialmente por sus desnudos fuertemente eróticos, cuya actitud era poco ferviente hacía la Iglesia Católica, para que se hiciera cargo de la decoración de la futura capilla del Rosario. Como era de suponer, la madre superiora se negó en un principio, pero sor Jacques-Marie no era de esas personas que se dan por vencidas fácilmente. Nunca sabremos exactamente qué hizo cambiar de opinión a la madre superiora, quizá nuestra protagonista le hizo ver que este proyecto podría servir para la reconciliación de un hombre con su religión, tratando de conseguir su redención por medio de la dedicación de su arte a Dios.

Además de Matisse, de la hermana Jacques Marie, de la hermana Agnes de Jesús, superiora del convento, se sumaron al proyecto un hermano dominico, Rayssiguier, y el conocido padre dominico Marie-Alain Couturier, a quien ya tuvimos ocasión de  mencionar en el artículo dedicado a la capilla Rothko, por la gran influencia que ejerció en el mecenazgo de arte moderno del matrimonio Menil.

Desde el principio Matisse estuvo enteramente comprometido con el proyecto, tanto es así que vendió sus propias litografías para poder financiar la obra. Su viejo amigo Pablo Picassohorrorizado le espetó:  “¡Una Iglesia!, ¿Por qué no un mercado? Así al menos podrías pintar frutas y verduras”.

Autroretratos de Matisse y Picasso de 1906

Autroretratos de Matisse y Picasso de 1906

Durante los siguientes cuatro años, el artista se obsesionó  hasta con los más mínimos detalles de la capilla. La hermana Jacques-Marie construyó una maqueta de madera contrachapada sobre la que Matisse fue diseñando cada uno de los futuros elementos del edificio. El pintor pretendía realizar la obra total: desde las vidrieras, cerámicas, objetos de culto, ornamentos, vestidos litúrgicos para el sacerdote, muebles e incluso los planos arquitectónicos. Para la construcción del edificio fue asesorado por los arquitectos Auguste Perret y Peillon Milo. Ya estaba todo listo para empezar las obras de la capilla del Rosario de Vence (chapelle du Rosaire de Vence).

La hermana Jacques-Marie visitando la tumba de Matisse

La hermana Jacques-Marie visitando la tumba de Matisse

2 thoughts on “Capilla del Rosario en Vence: fruto de una amistad (I)

  1. Pingback: Entrevista a Esteban Fernández-Cobián | Arquitectura y Cristianismo. Arte y Fe. Liturgia, Iglesias, Catedrales, Historia...

Deja un comentario