Por gentileza de Esteban Fernández Cobián, organizador del III Congreso Internacional de Arquitectura Religiosa Contemporánea, reproducimos la interesante comunicación «Una capilla bajo un puente» de los arquitectos Soledad García Morales y Antonio Vela Cossio.
Evolución histórica del edificio
La Capilla que actualmente se llama “Capilla de Santo Domingo de la Calzada” se construyó en 1978 aprovechando de forma “provisional” un túnel que había quedado en una zona de expansión bajo una vía pública de Madrid (la futura Calle 30). Fue la primera sede de la “Parroquia del Bautismo del Señor”. La adaptación al culto de la singular estructura (un túnel abovedado de medio cañón, de 35 metros de longitud, y radio de unos 4,5 metros) requirió entonces, tan sólo, la construcción de una solera de hormigón y de unos tabiques y muros de cerramiento de ladrillo.
Por el interior el hormigón quedó visto en su textura original, aunque se pintó en color blanco. Los cierres de los dos extremos se hicieron con muros de ladrillo enfoscado, decorados con vidrieras de motivos abstractos, siendo éstas las únicas fuentes de luz natural de la capilla. El pavimento se realizó en terrazo “in situ” de color blanco.
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Posiblemente para facilitar el acceso a los fieles, se establecieron puertas en los dos extremos testeros del túnel-capilla. Esto ocasionaba una incongruencia litúrgica, pues si el presbiterio se colocaba en uno de los extremos, la puerta de ese testero tendría acceso demasiado directo a él. Tal vez por esta razón se desplazó el presbiterio hacia el interior del espacio. Para diferenciarlo del resto se elevó dos escalones. La misma problemática de las dos puertas originaba otras dificultades, pues los recorridos de los fieles rodeando el presbiterio, en un espacio de por sí estrecho creaban distracción y restaban dignidad al culto. En algún momento se decidió “cerrar vistas” mediante una cortina de terciopelo, como un telón, que se pudiera correr durante la celebración eucarística.
La parte posterior seguía formando parte del templo, pero el celebrante le daba la espalda. Esta distribución no terminaba de funcionar: si una persona entraba tarde, y quería pasar a la parte principal de la iglesia, aparecía como “saliendo de un telón”, y pasaba rozando el presbiterio junto al ambón: el resultado en cuanto a distracción era el mismo. Además de esto, la disposición tan longitudinal no favorecía el sentido de centralidad del altar y/o del sagrario. Al no poderse cualificar el espacio mediante diferencias de altura en las bóvedas, por ejemplo, el espacio resultaba monótono e indiferenciado.
A pesar todas estas cosas, la capilla gozó siempre del afecto de los feligreses. Resultaba un espacio singular, “distinto” a otras iglesias, más parecido a una cripta, silencioso y recogido. La decoración, realizada a base de elementos de forja patinada contrastando con el blanco de bóveda y suelo, contribuía a la idea de sencillez. Pasados los años, se dispuso de terreno y fondos para la construcción de la sede definitiva de la Parroquia del Bautismo del Señor, pero los fieles solicitaron que la Capilla no fuera clausurada, por lo que se mantuvo el uso litúrgico de ésta, recibiendo entonces el nombre de “Capilla de Santo Domingo de la Calzada” (vulgarmente conocida en el barrio como “Capilla del Puente”). Después de un tiempo se terminó también lo que se llamaría la “Calle 30” (importante anillo de circunvalación de Madrid), que pasaba por encima del túnel de la Capilla.
En aquel momento, pues, el “tejado” de la Capilla pasó a ser el asfalto, y la evacuación de pluviales de la vía pública, en ese punto, fue confiada a un sistema de imbornales y canalizaciones embebidos en los riñones de las bóvedas. Fue en aquellos momentos cuando comenzaron en el interior de la Capilla grandes problemas de filtraciones de agua de lluvia. El uso litúrgico se mantuvo, a pesar de todo, pero de forma precaria: muchos días había que poner cubos en el interior, pues el agua caía continuamente. Las manchas de escurrimientos en las bóvedas eran muy aparatosas.
Objetivos de la actuación
En 2011, el párroco y los fieles se empezaron a movilizar con determinación, ante la disyuntiva de resolver el problema o cerrar la Capilla al culto. Se encargó a los redactores de la presente comunicación el proyecto, que se proponía los siguientes objetivos:
Desde el punto de vista de la salubridad:
- Resolver el problema de las humedades, que era complicado, por la imposibilidad de hacer nada “por encima” de la Capilla (en la vía pública).
Desde el punto de vista de la funcionalidad litúrgica:
- Resolver la problemática del presbiterio
- Tratar de crear una focalidad y centralidad alrededor del altar y del sagrario.
- Aumentar la dignidad y belleza del espacio.
Estos objetivos debían cumplirse con un presupuesto muy bajo, lo que exigía no tocar nada de lo que pudiera mantenerse, y no demoler nada que no fuera indispensable.
Proyecto técnico
Con respecto a la solución de las humedades, puesto que no era posible impedir que el agua se filtrara desde la calle superior, la propuesta consistió en crear una doble estructura interior:
- Una hoja es, básicamente, como un “paraguas interior”, con la misión de proteger de las filtraciones y evacuar el agua hacia dos canales laterales, longitudinales, construidos “in situ”, que la conducen hacia cuatro grandes pozos drenantes, en las cuatro esquinas de la nave
- La segunda hoja forma el revestimiento decorativo.
La estructura del “tejado interior” ha consistido en once costillas de perfil de tubo de acero, poligonales, que se anclan a placas en el suelo, y se arriostran en el punto superior, en la clave de la bóveda. Sobre la estructura secundaria de correas apoya un faldón de chapa ondulada de acero galvanizada, cuya sujeción se diseñó para facilitar al máximo el montaje y el movimiento de aire. Las chapas vierten el agua a los dos canales perimetrales.
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El revestimiento interior ha consistido en un panelado de cartón yeso resistente a la humedad ambiental. La estructura sustentante de las placas cuelga de las costillas y correas. Todo el sistema permite el movimiento del aire. Las canaletas perimetrales se trasdosaron interiormente mediante tabiques de ladrillo de medio pie, creando una cámara donde se alojan también los nichos de los radiadores.
Proyecto litúrgico del presbiterio
Una vez solucionado el problema de la humedad, era posible plantear una reforma de la Capilla en los aspectos litúrgicos y estéticos. La limitación presupuestaria recomendó no desplazar el presbiterio del lugar que ocupaba, para no tener que demoler (y rehacer) toda esa superficie de terrazo “in situ”, que es caro. Se estudió cómo dar mayor centralidad y dignidad al presbiterio. Para ello se decidió primero colocar el altar alineado en el eje de la bóveda, pues no lo estaba, y rehacerlo para que admitiera manteles con caídas. Se conservó la gran losa de granito, de una pieza, y se rehizo el apoyo de ladrillo.
La idea principal del diseño del presbiterio consiste en dotar de protagonismo tanto al altar como al sagrario. Este se situaba originalmente en uno de los lados, sobre un monolito de granito. A pesar de estar iluminado por un foco, carecía de prestancia. Al estudiar lo que queríamos hacer con el sagrario, hemos tratado de aplicar los resultados de algunas de nuestras investigaciones de los últimos años en relación al simbolismo litúrgico en el templo cristiano.
Apuntes históricos sobre la colocación del sagrario
En efecto, actualmente existe un debate sobre el lugar apropiado para el sagrario dentro de la iglesia, y sobre la forma que aquél debe adoptar. La cuestión latente en este debate es cómo se puede promover y expresar la devoción al Santísimo Sacramento de la manera más piadosa y adecuada. La historia de esta devoción, se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, pero no es hasta el siglo XI cuando se comenzó a hacer la reserva eucarística en lugares realmente visibles para fomentar la adoración. Primero se trató de sagrarios murales, y a partir del siglo XIV apareció el uso de grandes “torres” exentas, de estilo gótico, cuya altura a veces llegaba hasta la cúpula. En el siglo XVI, en Verona, se empezó a colocar el tabernáculo sobre la mesa del altar, y esta disposición se hizo obligatoria para toda la Iglesia mediante un Decreto de 1863. Apareció así la tradición de los grandes tabernáculos barrocos que se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II.
En torno a los años 60, cuando las investigaciones del Movimiento Litúrgico potenciaron la Misa cara al pueblo, la presencia del tabernáculo sobre el altar impedía esta práctica. Además, con frecuencia la importancia simbólica del altar mismo quedaba relegada ante la monumentalidad del tabernáculo. En 1964, un Decreto permitió la existencia de un altar-sagrario distinto del altar mayor, e incluso en “casos particulares” se admitía el sagrario fuera del altar. La definitiva separación entre ambos elementos se generalizó a partir del Concilio Vaticano II. La instrucción Eucharisticum Mysterium, de 1967, recomendaba que el sagrario se situara en una capilla separada de la nave central del templo; se trataba de fomentar la oración ante el Santísimo, en un ambiente de oración y silencio.
Los últimos documentos de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y otras Instrucciones de la Iglesia, sugieren tan sólo que el sagrario debe estar “en la parte más noble de la iglesia, insigne, visible, hermosamente adornada y apta para la oración”. Esto puede cumplirse tanto colocando el sagrario en el presbiterio como en una capilla específica. A partir de aquí, unos opinan que debería situarse en el eje de la iglesia, remarcando el sentido de la centralidad de la adoración eucarística, y otros defienden la creación de una capilla independiente, con lo que el sagrario desaparece de la nave de las iglesias, y el altar se convierte en centro de este espacio. Ambas opciones presentan argumentos válidos, y problemas derivados.
La solución adoptada en la reforma de la Capilla de Santo Domingo de la Calzada
En nuestro caso, se trata sólo de una capilla eucarística en la que se dice Misa diariamente. El carácter del espacio mismo (abovedado, fuertemente unitario) nos inclinó a plantear la centralidad del sagrario. Nos propusimos que éste se convirtiera en un punto muy visible, al que confluyeran las miradas y la atención, expresando la invitación a la oración y al recogimiento, pero sin disminuir el protagonismo del altar durante la celebración eucarística.
Para resolver esta disyuntiva, hemos diseñado un elemento muy sencillo, que hace a la vez de “tabernáculo” y de cierre visual del presbiterio, pero que a la vez sirve de “telón de fondo” al altar y al sacerdote, cuando está celebrando. También resuelve la funcionalidad de alojar la megafonía, los libros litúrgicos y demás objetos, ocultándolos a la vista. Este tabique-tabernáculo, simbólicamente, se inspira en varios temas clásicos de la arquitectura sacra cristiana: “el sol”, “la puerta”, y el «Arca de la alianza».
“El sol”, símbolo, desde los primeros tiempos del cristianismo, de la Resurrección de Cristo, y expresión de la dimensión cosmológica de la liturgia. “La puerta”, que recuerda la tradición, en los templos cristianos, de diseñar en la cabecera o ábside de los templos elementos que sugieren simbólicamente que “detrás” está el Reino de Dios. En muchas iglesias de la antigüedad el ábside es la “puerta” por la que Dios “entra” (el Pantocrátor de los ábsides románicos, y también los retablos de todos los tiempos, que son como fachadas por cuyas ventanas “asoma” la Iglesia triunfante; también la belleza sugerente de luz en las girolas góticas, que invita, como desde el cielo…) En todos los casos hay un elemento común: remarcar la dimensión escatológica de la Iglesia en camino, que sale al encuentro del Señor “que viene”.
“El Arca de la Alianza”, pues nos parecía que representa un modelo, de tradición bíblica, para expresar el misterio de la presencia de Dios (el hueco vacío entre las alas de los querubines, lugar de la “Shekinah”). Por eso, pensamos que sería una buena idea colocar el sagrario en el centro de un óculo o hueco, rodeado de ángeles en adoración. El tema tendría también en el Nuevo Testamento (los ángeles sobre la losa de la tumba de Jesús, después de la Resurrección). El óculo permitiría que el sagrario fuera visible por ambos lados, con lo cual la parte “trasera” de la iglesia podría convertirse en capilla de oración.
Partiendo de estas premisas simbólicas, el “tabernáculo” se ha simplificado al máximo, en parte para no restar importancia al sagrario mismo, en parte para no alterar la sencillez del edificio, y por supuesto, por necesidades presupuestarias. El diseño combina los elementos simbólicos, alrededor de un óculo con el “sol naciente” en cuyo centro está el sagrario. Por la parte de atrás, el mismo óculo muestra el sagrario hacia la capilla de oración.
El altar se ha diseñado para que sugiera la relación con el “tabernáculo”, lo que refuerza la unidad del Sacramento y la Presencia Eucarística. El sagrario, visto desde la nave, queda a la altura aproximada de la cabeza del sacerdote que celebra, y el “sol” que lo rodea, visto en ese momento, parece aureolar la cabeza del sacerdote. En el momento de la elevación de la Hostia, después de la Consagración, parece que en ambos planos (altar y tabernáculo) se está expresando el mismo movimiento.
Resto de los elementos del presbiterio
Otro de los requisitos del proyecto era aprovechar todas las imágenes existentes, así como la pequeña sede, y el ambón anterior, que es un elemento móvil, de forja. Este será, con el tiempo, diseñado para adecuarse al lenguaje del nuevo altar, pero por el momento se mantiene. El crucifijo, bastante grande, que antiguamente ocupaba un lugar en alto, colgado de la mampara del telón de terciopelo, se ha colocado ahora exento y apoyado en el suelo junto al altar, diseñándole un pie de acero. Se acentúa así la relación del altar con el sacrificio de la cruz.