La Última Cena de Leonardo da Vinci

Leonardo da Vinci (Vinci, Toscana, 1452 – Amboise, Turena, 1519), sin duda el mejor representante del hombre del Renacimiento: artista, ingeniero, científico, cocinero y pensador. Da Vinci poseía una insaciable curiosidad que unida a su gran facilidad para aprender ramas del saber tan diferentes le han otorgado un gran prestigio personal, que con los siglos ha ido en aumento.

Retrato de Leonardo da Vinci

Retrato de Leonardo da Vinci.

El único pero que podemos poner a la figura de Leonardo da Vinci sea quizá la escasa influencia que tuvo en los distintos campos en los que participó. Su excepcional capacidad de creación y su desmedido interés por la innovación contribuyeron a que la gran mayoría de sus proyectos quedaran inacabados en cuanto otros nuevos atrajeron su atención. La gran mayoría de sus estudios fueron especulaciones teóricas sin que Leonardo da Vinci  desarrollara posteriormente los modelos viables necesarios para llevarlos a cabo en la realidad y, por tanto, sin consecuencias prácticas capaces de influir en el ambiente que le rodeó.

El encargo:

La pintura mural La Última Cena (1495-97), también conocida como El Cenáculo, fue un encargo del duque de Milán, mecenas de Leonardo da Vinci de la familia de los Sforza conocido como Ludovico «el moro». Ludovico tenía previsto convertir en una capilla y mausoleo familiar el templo del monasterio de Santa María delle Grazie, perteneciente a la orden de los dominicos y situado en el corazón de la ciudad de Milán.

Monasterio de Santa María delle Grazie (Milán)

Monasterio de Santa María delle Grazie (Milán)

Ludovico Sforza tenía la costumbre de cenar con frecuencia junto al abad en el refectorio del monasterio de Santa María delle Grazie y pidió a Leonardo da Vinci un fresco que decorase dicha estancia. Se desconoce si el tema escogido fue una imposición por parte de los dominicos o idea propia de Leonardo da Vinci.

Ludovico Sforza (1452-1508)

Ludovico Sforza (1452-1508)

La elección para el mural fue, en todo caso, el pasaje evangélico de la última cena, probablemente en su momento más dramático en el cual Jesús anuncia a los apóstoles que uno de ellos le traicionará: «Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.» Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está hablando.» Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: «Señor, ¿quién es?» Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.» Y, mojando el bocado, le toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote». (Juan, 13:21-26)

Refectorio en su estado actual.

Refectorio en su estado actual.

 

La técnica empleada:

La técnica tradicional para pintar al fresco es muy exigente para cualquier pintor, pues necesita haber desarrollado una gran labor previa de estudio formal  de la pintura, además de una enorme rapidez de ejecución por parte del artista. Esta técnica no permite correcciones una vez se ha iniciado la obra. En el Renacimiento era habitual definir la habilidad de un pintor por su capacidad de pintar al fresco.

Estudio previo de Leonardo para la Última Cena.

Estudio previo de Leonardo para la Última Cena.

Leonardo da Vinci destaca como pintor por su gusto exquisito por la perfección, obligándose a una constante modificación de sus obras y haciendo que éstas necesiten de mucho tiempo de ejecución. Por esta razón Leonardo da Vinci nunca controló la técnica de la pintura al fresco y decidió inventar una nueva técnica pictórica que le permitiese corregir lo ya pintado. Esta técnica experimental consistió en pintar óleo sobre el yeso seco, pero debido probablemente a los aglutinantes que utilizó o quizá a la calidad de los pigmentos, se produjo una rápida degradación de los colores a los pocos meses de ser concluida la obra.

Aspecto temático y formal:

Como antecedentes pictóricos a La Última Cena de Leonardo da Vinci, encontramos principalmente las obras de dos autores:

Andrea del Castagno  (1421-1457) pintor florentino que en 1447 realiza un fresco con el tema de la Última Cena para el cenáculo de Santa Apolonia en Florencia.

Última Cena (Andrea del Castagno)

Última Cena (Andrea del Castagno)

Domenico Ghirlandaio (1449-1494) pintor florentino al que en 1480 le encargan la obra El Cenáculo de Ognissati para un monasterio benedictino.

Cenáculo de Ognissanti (Domenico Ghirlandaio)

Cenáculo de Ognissanti (Domenico Ghirlandaio)

Leonardo da Vinci, al contrario de las representaciones de Andrea del Castagno y de Domenico Ghirlandaio, decide situar a Judas Iscariote junto a los demás apóstoles a la mesa en vez de colocarlo en frente de ellos. Ha escogido justo el momento en el cual los apóstoles se encuentran desconcertados ante las palabras de Cristo de que uno de ellos le traicionará. En el instante que Simón Pedro le pide a Juan que le pregunte a Jesús quién de los apóstoles será el traidor. En los frescos de Castagno y Ghirlandaio se refleja el momento inmediatamente posterior al pintado por Leonardo da Vinci, pues Juan ya se encuentra recostado sobre el pecho de Jesús.

El punto de fuga es la cabeza de Jesús.

El punto de fuga se sitúa en la cabeza de Jesús.

Representa a los apóstoles en cuatro grupos de tres y a Jesucristo, con una forma casi piramidal (divina) en la parte central, ligeramente separado del resto. Conocemos la identificación del lugar que ocupa cada apóstol gracias al descubrimiento en el siglo XIX de un manuscrito perteneciente a Leonardo da Vinci. Empezando por la izquierda de la obra de La Última Cena encontramos a Bartolomé, Santiago el Menor y Andrés que forman el primer grupo.

Bartolomé, Santiago el Menor y Andrés.

Bartolomé, Santiago el Menor y Andrés.

En el segundo grupo están Judas Iscariote, Simón Pedro y Juan, según el orden de cabezas.

Judas Iscariote, Simón Pedro y Juan.

Judas Iscariote, Simón Pedro y Juan.

Los apóstoles Tomás, Santiago el Mayor y Felipe conforman el tercer grupo.

Tomás, Santiago el Mayor y Felipe.

Tomás, Santiago el Mayor y Felipe.

El último grupo lo forman Mateo, Judas Tadeo y Simón Zelote.

Mateo, Judas Tadeo y Simón Zelote.

Mateo, Judas Tadeo y Simón Zelote.

Leonardo da Vinci manifiesta en su tratado de pintura: «Los movimientos de las personas son tan diferentes como los estados de ánimo que se suscitan en sus almas, y cada uno de ellos mueve en distintos grados a las personas […] Lo feo junto a lo bello, lo grande junto a lo pequeño, el anciano junto al joven, lo fuerte junto a lo débil: hay que alternar y confrontar esos extremos tanto como sea posible.»

La obra La Última Cena es un fiel reflejo de esta tesis. En ella podemos encontrar en las diferentes fisonomías y actitudes de los apóstoles la contraposición de lo joven con lo anciano, la excitación frente a la serenidad, la bondad contra la maldad. Es un verdadero análisis del comportamiento humano el que realiza Leonardo da Vinci en esta pintura.

La Última Cena de Leonardo da Vinci (

La Última Cena de Leonardo da Vinci (1495/97)

Leonardo da Vinci se dedicó con gran entusiasmo en la ejecución de La Última Cena. Gracias a la técnica inventada por él, pudo modificar a su antojo la obra alargándose en el tiempo para perfeccionar cada detalle. Debido a la tardanza, el abad del monasterio empezó a inquietarse y elevó una queja a Ludovico Sforza. El duque de Milán conminó a Leonardo da Vinci a que terminase a la mayor brevedad posible la pintura mural. Se cuenta como anécdota, quién sabe si real, que Leonardo da Vinci llegó a barajar la posibilidad de utilizar como modelo para Judas Iscariote la cara del propio abad, debido a las desavenencias entre ambos.

Mateo Bandello (1490-1560).

Mateo Bandello (1490-1560).

Un joven llamado  Mateo Bandello, que estaba de novicio en el monasterio de Santa María delle Grazie durante la ejecución de La Última Cena, dejó por escrito estas palabras sobre Leonardo da Vinci«Llegaba bastante temprano, se subía al andamio y se ponía a trabajar. A veces permanecía sin soltar el pincel desde el alba hasta la caída de la tarde, pintando sin cesar y olvidándose de comer y beber. Otras veces no tocaba el pincel durante dos, tres o cuatro días, pero se pasaba varias horas delante de la obra, con los brazos cruzados, examinando y sopesando en silencio las figuras. También recuerdo que en cierta ocasión, a mediodía, cuando el sol estaba en su cenit, abandonó con premura la Corte Vecchia, donde estaba trabajando en su soberbio caballo de barro, y, sin cuidarse de buscar la sombra, vino directamente a Santa Maria delle Grazie, se encaramó al andamio, cogió el pincel, dio una o dos pinceladas y se fue».

Daños y restauraciones:

Como ya hemos comentado anteriormente, el mural realizado por Leonardo comenzó rápidamente a degradarse debido a la técnica utilizada, lo cual acrecentado por unas fuertes inundaciones acaecidas en Milán, obligó a realizar una inmediata restauración.

En 1652 se decide colocar una puerta en el refectorio justo debajo de la pintura mural de Leonardo da Vinci, teniendo como consecuencia de la eliminación de los pies de Jesucristo, así como los de algunos apóstoles.

Incorporación de una puerta en el refectorio (1652)

En 1797, las tropas de Napoleón usan el refectorio como establo y las paredes para práctica de tiro, produciendo la consiguiente deterioro de la obra.

Durante el siglo XIX se realizan varias restauraciones de la obra, con resultados poco adecuados, que no consiguieron recobrar convenientemente la obra original.

Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial los bombardeos por parte de las tropas aliadas derriban el tejado de la estancia, quedando la pintura de La Última Cena varios años a la intemperie.

A partir de 1977 se inicia una restauración de varios años que consiguió mejorar en gran medida el aspecto de la pintura mural, recuperándose así parte de su resplandor original. En la actualidad sólo pequeños grupos de afortunados pueden admirar esta obra maestra del pintor Leonardo da Vinci haciendo su reserva  con bastante tiempo de antelación.

Visitantes actuales en el refectorio.

Visitantes actuales frente la obra.

Probablemente la mejor opción que tengamos de conocer cómo fue originalmente la obra La Última Cena de Leonardo da Vinci sea a través de una copia ejecutada por un discípulo suyo: Giovanni Pietro Rizzoli, más conocido como Giampietrino (1495-1549). Giampietrino fue un pintor milanés que realizó una réplica a escala real de La Última Cena (8 metros de largo por 3 de alto) antes de que ésta empezara a estropearse y que reproduce con total fidelidad la obra original. Gracias a su excelente estado de conservación podemos apreciar varios matices perdidos a lo lardo de los años en la obra que realizó Leonardo da Vinci.

Copia de la Última Cena por Giampietrino.

Copia de la Última Cena por Giampietrino.

Absurdos que rodean a la obra:

La figura de Leonardo da Vinci ha ido acrecentándose con el paso de los siglos. Su saber enciclopédico es fascinante y esta fascinación es aprovechada en ocasiones para dotar a todas sus obras de un halo misterioso. No me parece mal que se fantasee con su figura para la creación de filmes o novelas siempre que quede bien claro en ellas que pertenecen al campo de la ficción y no al histórico.

Hago esta aseveración a causa del fenómeno literario que fue hace unos años la novela El Código da Vinci del escritor Dan Brown. No es nada reprobable incluir detalles históricos en novelas de ficción, o detalles de ficción en novelas históricas, puesto que a todos nos gusta imaginarnos el día a día de personajes del pasado, los cuales nos es imposible conocer con detalle, o especular con «qué habría pasado si…» creando escenarios irreales con personajes conocidos y haciéndoles actuar como se esperaría de ellos por nuestro conocimiento de su biografía. Es decir, en principio es perfectamente lícito incluir datos históricos junto con otros ficticios para hacer más entretenido un relato, pero siempre que quede de manifiesto su falsedad histórica. El problema sucede cuando intencionadamente se quiere vender una historia llena de falsedades e inexactitudes como veraz y no como una mera forma de entretenimiento. Por poner unos sencillos ejemplos de lo sencillo que es detectar el «gran descubrimiento» en que se basa toda la trama del libro, vamos a ver a continuación dos sencillas explicaciones.

Dan Brown, autor de El Código Da Vinci.

Dan Brown, autor de El Código Da Vinci.

La crítica de arte Elizabeth Levy lo explica muy claramente: «Brown aprovecha el rostro de suaves rasgos y la figura de un Juan imberbe del cuadro de Leonardo para presentarnos su fantástica afirmación de que se trata de una mujer. Por otra parte, si realmente San Juan fuera María Magdalena, hemos de preguntarnos por el apóstol que falta en aquel crítico momento. El problema real es el resultado de nuestra falta de familiaridad con los «tipos».

En su Tratado de la Pintura, Leonardo explica que cada personaje debe ser pintado con arreglo a su edad y condición. Un hombre sabio tiene ciertas características, una anciana otras y los niños otras. Un tipo clásico, como en muchos cuadros del Renacimiento, es el «estudiante». El favorito, el protegido o el discípulo son siempre hombres muy jóvenes, totalmente afeitados y de cabello largo, con objeto de transmitir la idea de que aún no han madurado lo suficiente como para haber encontrado su camino.

San Juan por Castagno.

San Juan por Ghirlandaio.

A lo largo del Renacimiento, los artistas pintaron así a San Juan: es el estudiante ideal; es el «discípulo amado», el único que permanecerá al pie de la cruz. Y lo representaron siempre como un joven imberbe, sin la fisonomía dura y resuelta del hombre. La Última Cena de Ghirlandaio o de Andrea del Castagno nos muestran al mismo dulce y joven Juan».

Otra apreciación que hace Dan Brown de la obra es referente a la mano que sostiene una daga, otro critico de arte, Bruce Boucher comentó al respecto: «No es una mano sin cuerpo. El dibujo preliminar y las copias posteriores de La Última Cena demuestran que la mano y el cuchillo pertenecen a Pedro: una referencia al pasaje del Evangelio de San Juan en el que Pedro saca la espada en defensa de Jesús».

Original de Leonardo.

Copia de Giampietrino.

Anuncio publicitario

4 thoughts on “La Última Cena de Leonardo da Vinci

  1. La obra de arte renacentista no está dirigida a la plebe ignorante sino a un grupo selecto de gustos refinados, conocedores del latín, del arte clásico, del platonismo (a través de Ficino). Algo semejante ocurría por ejemplo en Japón antes de la influencia occidental. Es imposible acercarse a ella desde la ignorancia, como sería por ejemplo apreciar una pieza Nô sin el menor conocimiento del zen y de la literatura clásica japonesa. Lo escrito por Brown resulta entonces brutal y grotesco. Si alguien desea acercarse a este arte superior, debe leer por ejemplo a E Wind, Misterios paganos del Renacimiento. (Leer y meditar también el Simposio, el Fedro, y CERRAR LA PUERTA A LOS IGNORANTES).
    El brillante y erudito análisis de Wind de la obra de M Angel, Rafael, Botticelli, etc. por alguna razón que desconozco se detiene ante Leonardo, hecho reconocido por Wind mismo.
    El Cenacolo es ya una referencia al Simposio de Platón, una reunión de filosofos (convivio) donde se bebe y se conversa de un tema, el Amor (De amore, de Ficino), lo cual es de suyo evidente en la última tríade donde observamos la conversación de Platón y de Ficino, quien extiende apasionadamente su brazo hacia Cristo, así como en la penúltima tríade, que nos dice que el Amor es el Deseo de la Belleza que se perfecciona en Dios, en el gesto OCULTO del Apóstol indicando al cielo (semejante al de Hermes en la Consagración de la Primavera).

    Me gusta

  2. Pingback: Tres artistas que desafiaron a sus mecenas – Bitácora Espacial. Arte y Cultura

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s