No existe nada más representativo de los templos cristianos que sus campanarios, torres que actúan como faros de la Fe para los fieles cristianos. A su vez, nada impregna más de cristianismo un ambiente que el tañido de sus campanas.
Esta identificación tan obvia de las campanas con el cristianismo no debe hacernos caer en el error de pensar que las campanas son una invención del cristianismo. Tanto por escritos que nos han llegado desde la antigüedad como por abundantes evidencias arqueológicas podemos afirmar con rotundidad que las campanas eran conocidas en todas las principales civilizaciones antiguas. Estas campanas no alcanzaban el tamaño de las que conocemos en la actualidad, pues eran más bien campanas de mano o campanillas.
Se conservan ejemplares de campanas desde los antiguos imperios de Babilonia y de Egipto, la Grecia clásica y el Imperio Romano.
¿Pero cuál es su origen más remoto? para averiguarlo nos tendremos que ir a China, aproximadamente a más de dos mil años antes de Cristo. En aquella época el avance de la metalurgia permitió su creación y con el paso de los siglos fue perfeccionándose y enriqueciéndose en adornos. Las campanas chinas simbolizaban la riqueza y el poder.
A través de las rutas comerciales, el uso de las campanas como instrumento musical y espiritual se fue difundiendo por toda Asia, desde la India y las islas del Japón hasta el norte de África y Europa. Y lo que es más importante, su utilización en sus religiones también, tales como el Budismo, el Sintoísmo, el Hinduismo y la religión del antiguo Egipto.
De la civilización Etrusca y del Imperio Romano destacan los tintinnabulum, campanilla de viento o conjunto de campanillas que se colgaban al aire libre en las viviendas y jardines romanos para atraer la prosperidad y expulsar a los malos espíritus. En nuestros días producen cierto sonrojo pues habitualmente la prosperidad se representaba mediante figuras fálicas. Se han encontrado también otro tipo de campanillas en diferentes santuarios y templos romanos donde también se les daba un uso religioso.
En la Biblia encontramos muchas menciones de campanas o campanillas, por ejemplo en Éxodo (31-35):
31.Tejerás el manto del efod todo él de púrpura violeta. 32.Habrá en su centro una abertura para la cabeza; esta abertura llevará en derredor una orla, tejida como el cuello de una cota, para que no se rompa. 33.En todo su ruedo inferior harás granadas de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal; y entre ellas, también alrededor, pondrás campanillas de oro. 34.Una campanilla de oro y una granada; otra campanilla de oro y otra granada; así por todo el ruedo inferior del manto. 35.Aarón lo llevará en su ministerio y se oirá el tintineo cuando entre en el Santuario, ante Yahveh, y cuando salga; así no morirá.
Tenemos constancia de que, al menos desde el siglo V, los cristianos adoptaron el uso de campanas para dar aviso de las reuniones de los fieles. Lo que hoy conocemos con el término de «campana» no siempre se ha denominado así, de hecho ha tenido gran cantidad de nombres dependiendo de pequeños matices en su uso o su forma: signum, docca, nola, etc. Es a partir del siglo VI cuando todos estos nombres se van unificando hasta confluir en el que conocemos hoy: campana.
Además de las grandes campanas de los campanarios, en la Iglesia Católica se utilizan unas pequeñas campanas de mano, llamadas sanctus o campanas de misa, que son tocadas durante la Santa Misa cuando el sacerdote eleva en alto primero la hostia y luego el cáliz inmediatamente después de decir las palabras de consagración sobre ellos. Este sonido de campanas indica a la asamblea de fieles el momento en el que el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo.
¿Por qué se le llama campana en nuestra época? El nombre de campana deriva de una región del sur de Italia conocida como Campania. Allí el obispo San Paulino (354 dC-431 dC) introdujo en el Culto Divino el uso de campanas y, por tanto, fue adquiriendo esta denominación.
San Gregorio de Tours (538 dC-594 dC) menciona las campanas frecuentemente en sus escritos. Relata que las campanas eran golpeadas o sacudidas y, para éste propósito, se utilizaba una cuerda. En el escrito sobre la «Vida de San Columbano» fechado en el 615 d.C, se cuenta como San Columbano, mediante el tañido de una campana, reunía a toda la comunidad de monjes alrededor de un monje agonizante.
Los restos arqueológicos más antiguos de campanas cristianas los encontramos en las que portaban los santos misioneros irlandeses, que con el paso del tiempo han llegado a convertirse en reliquias. La más famosa de todas es la de San Patricio (377 d.C-461 d.C), conocida como la «campana del testamento» (Clog an Edachta), pues fue sacada en el año 552 de la tumba del mismo San Patricio donde permanecía reposando sobre su pecho. Realmente su forma es más parecida a lo que conocemos actualmente por cencerro.
En el siglo VIII se empiezan a construir pequeñas torres en las iglesias para colgar en ellas una o dos campanas. Este es el origen de los campanarios. La función principal de las torres es la de dar cobijo a las campanas. En el «Liber Pontificalis» se narra que el Papa Esteban II (752-757) erige un campanario con tres campanas en la basílica de San Pedro de Roma. Con el paso de los siglos las campanas van ganando en tamaño y en calidad de construcción, hasta llegar a dimensiones colosales a partir del siglo XVI.

La campana que yace en el Kremlin de Moscú, conocida como Tsar Kolokol es en realidad la última y más grande de una serie de cuatro extravagantes campanas que se crearon en Moscú entre los años 1599 y 1735.
¿Por qué fue necesario que aumentasen de tamaño? Muy sencillo: al ir aumentando las poblaciones alrededor de la iglesia, fue necesario que el repique de las campanas se pudieran oír cada vez a mayor distancia.
Poco a poco, la forma de tocar las campanas fue complejizándose, convirtiéndose en un lenguaje especializado propio del cristianismo. Existen ceremoniales medievales que muestran que en las iglesias dónde existían varias campanas, cada una era utilizada con un fin diferente: Diferentes melodías, tonos y número de campanas empleadas, definían la naturaleza del servicio religioso, el grado de la fiestas, si se iba a realizar o no predicación en el culto, etc.
Aunque la importancia de las campanas en la actualidad ha disminuido considerablemente en nuestros pueblos y ciudades, hasta hace apenas 50 años seguían siendo tan importantes como en los tiempos medievales. Impregnaban el día a día de la vida de sus parroquianos marcando las horas de los actos religiosos -a través de los cuales se entendía el transcurrir del tiempo- y eran eficientes mensajeros de los actos de la vida civil.
El gran escritor español Miguel Delibes, en su novela «El Camino«, desgrana a la perfección el día a día de la vida de una aldea de mediados del siglo pasado. Y en el siguiente texto narra la importancia del tañer de las campanas en la vida de los lugareños.
Es expresivo y cambiante el lenguaje de las campanas; su vibración es capaz de acentos hondos y graves y livianos y agudos y sombríos. Nunca lo que dicen lo dicen de la misma manera.
Daniel, el Mochuelo, acostumbraba a dar forma a su corazón por el tañido de las campanas. Sabía que el repique del día de la Patrona sonaba a cohetes y a júbilo y a estupor desproporcionado e irreflexivo. […] Al concluir los bombardeos, durante la guerra, las campanas también repicaban alegres, mas con un deje de reserva, precavido y reticente. Había que tener cuidado.
Otras veces, los tañidos eran sordos, opacos, oscuros y huecos como el día que enterraron a Germán, el Tiñoso, por ejemplo. Todo el valle, entonces, se llenaba hasta impregnarse de los tañidos sordos, opacos, oscuros y huecos de las campanas parroquiales. Y el frio de sus vibraciones pasaba a los estratos de la tierra y a las raíces de las plantas y a la medula de los huesos de los hombres y al corazón de los niños. Y el corazón de Daniel, el Mochuelo se tornaba blando como el plomo derretido bajo el solemne tañer de las campanas. […] casi todos los hombres y las mujeres y los niños del pueblo notaban en sus vísceras las resonancias de las campanas de una manera especial […] cada campanada era como una aguja afiladísima que le atravesaba una zona vital de su ser.» (El camino de Miguel Delibes)
El material por excelencia para la elaboración de las campanas es el bronce. En menor medida, en algunas etapas de la historia, se han realizado en hierro. El proceso de fabricación de las campanas prácticamente no ha variado durante los últimos cuatro siglos. La razón se encuentra en que la mayoría de los avances técnicos que se han producido en el campo de la fundición de metales, fundamentalmente durante el siglo XX, han sido de escasa aplicación en este ámbito.
Cada campana exige la construcción de un molde individual en el que intervienen procedimientos tan diversos como el moldeo «en verde» y el de «cera perdida«. Es necesario dominar ambas disciplinas para garantizar el éxito del vertido del bronce fundido. El diseño y la terraja (plantilla para la construcción de ese molde) son fundamentales para permitir que la campana tenga la nota musical precisa una vez se haya extraído del molde.
El término campanario proviene de la palabra italiana campanile y se refiere principalmente a la torre o estructura que puede estar exenta o adosada a un templo cristiano. Una iglesia puede tener más de un campanario y, a su vez, cada campanario puede contar con una o más campanas.
Aunque como hemos comentado la palabra campanario proviene de la italiana campanile, en España y en otros países se denomina campanile a un tipo concreto de campanario difícil de encontrar fuera de Italia. Nos referimos al que se encuentra como una torre aislada y bastante separada de la iglesia. Existen ejemplos muy conocidos como el campanile de la plaza de San Marcos de Venecia, el campanile de Giotto de Florencia o la celebérrima torre inclinada de Pisa.
En el resto de Europa se abogó más por el tipo de torre nolare, campanario incorporado a la iglesia y que podía colocarse en diferentes partes de la planta del edificio: sobre la nave principal del templo, tanto por encima del centro del transepto (torre de crucero) o en el atrio de la iglesia. En este último caso, se solía añadir más de una torre al edificio religioso. Un caso muy particular es el denominado coro-armónico, dos torres que encierran el ábside mayor de la iglesia.
En menor medida también se hicieron grandes campanarios en edificios civiles principalmente ayuntamientos. Los ejemplos más hermosos de este caso los tenemos en Bélgica y Francia, y se les denomina beffroi.
Otra variante de los campanarios son los campanile a vela que en España llamamos espadaña. La espadaña es una estructura de fábrica por encima de la cubierta de la iglesia, con remates, que es atravesada por unas aberturas en las cuales se alojan las campanas. Es típica de edificaciones religiosas de modestas dimensiones que pretenden evitar la ostentación.
Las espadañas son un signo característico, entre otras, de las iglesias franciscanas. Las campanas son de menos tamaño y, dado que no tienen caja de resonancia como los campanarios, su sonido no llega a una gran distancia.
Los campanarios siguen siendo un elemento muy apreciado en la arquitectura religiosa contemporánea y creo poder afirmar que lo seguirán siendo también en el futuro.
«Una Iglesia debería de tener una torre o una espadaña, aunque no sean muy altas. Porque todo templo es un puente entre la tierra y el cielo. Y la manera más intuitiva de representarlo es mediante el campanario, la torre; esa dimensión vertical me parece imprescindible» («Escritos sobre arquitectura religiosa contemporánea» de Esteban Fernández-Cobián.)
No debemos olvidarnos en un articulo dedicado a las campanas y campanarios a los hombres que desde tiempos inmemoriales han ejercido el noble oficio de campaneros. Los encargados de hacer sonar de tan variadas formas las campanas, conocedores de ese lenguaje tan específico y peculiar.
No en todas las denominaciones cristianas se tocan igual las campanas. En los campanarios ortodoxos, especialmente en la regiones de influencia rusa, las campanas no se mueven cuando suenan como ocurre en los campanarios católicos, sino que sólo se mueve el badajo. Cada campanario posee un sistema complejo de cuerdas de diferentes tamaños, siendo las más pequeñas agarradas directamente con la mano y las de mayor tamaño se agarran con el pie.
Nada mejor para concluir este artículo que tiene a la campana como protagonista que con un poema del poeta inglés John Doone (1572-1631) titulado Las campanas doblan por ti:
«¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.»
Para más información sobre las campanas recomiendo este excelente artículo de Aciprensa.
Imágenes obtenidas a través de medievo.org, tensi.hu, image.slidesharecdn.com, lovetalavera.com, dosmaletas.com, castrillodedonjuan.netai.net y Wikipedia.
Precioso artículo, lo comparto en FB.
Todavía no se sabe muy bien qué función tendrían las «cloitech» o torres redondas irlandesas, aunque el nombre de «campanarios» se les ha quedado. Ésto, teniendo en cuenta el tamaño de «cencerro» de la mayoría de las campanas coetáneas que se conocen… Sin embargo me gusta mucho esa reconstrucción de campanario antiguo, como sostén de madera para la campana, y me parece que podría ser una alternativa buena para la interpretación del mundo irlandés. Ah, en Glen Columcille, existe la leyenda de que en una ocasión, el santo arrojó una campana tan lejos que «hasta allí llegaría el límite de su recinto sagrado», el cual no podían atravesar los demonios. La campana está enterrada en algún lado del valle, con tal fuerza la tiró el santo, desde una barca en que se encontraba. Otra campana irlandesa era la Bernais Chiaráin (la «quebrada» de S. Ciarán) con la que en cierta ocasión se promulgó una excomunión contra un rey que había atentado contra los intereses de Clonmacnois. Me sorprendió que proclamar una exclusión digamos «legal», se diera a una campana.
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Muchas gracias por enriquecer el articulo con tus conocimientos sobre Irlanda. Un abrazo!
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Un interesante artículo me encanta tu blog, lo he
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