El Ángelus de Jean-François Millet

Pocas pinturas han logrado expresar el sentido de transcendencia del hombre como «El  Ángelus». Este genial lienzo es obra del pintor francés Jean François Millet (1814-1875). Antes de desentrañar los misterios de este maravilloso cuadro, conozcamos un poco sobre la vida de su autor.

Autorretrato de Millet.

Autorretrato de J. F. Millet.

Millet fue el primogénito de un matrimonio de campesinos de la región francesa de Normandía. Creció en un ambiente de pobreza y de falta de oportunidades educativas que debían haber condenado a Millet a convertirse en un campesino más, como el resto de su familia y entorno. Pero la providencia quiso que dos sacerdotes de aldea se convirtieran en sus maestros, atraídos por el potencial creativo de Millet. Desde joven ya destacaba por sus aptitudes para el dibujo y, gracias a ello, obtuvo una beca otorgada por su municipio, Gruochy, para viajar a París a formarse artísticamente.

Un rincón del Salón de Pintura (Edouard Dantan, 1880).

Un rincón del Salón de Pintura (Edouard Dantan, 1880).

El París del siglo XIX era el epicentro mundial del arte. Allí Millet se matriculó en la Escuela de Bellas Artes bajo la tutela de Paul Delaroche y frecuentó el Museo del Louvre para poder observar en vivo las obras de todos los grandes maestros de la pintura.

La personalidad de Millet destacaba por su humildad, por el amor a sus raíces campesinas y por su religiosidad. No le interesaban los grandes movimientos revolucionarios ni las teorías filosóficas tan en boga en su época, como sí les interesaban a la mayoría de los artistas de su tiempo. Millet prefería tratar temas aparentemente triviales tales como paisajes naturales y de temática campesina. Sin embargo esta supuesta trivialidad es engañosa. «Lograr que lo trivial sirva para la expresión de lo sublime» afirmaba Millet. Sin duda, el suyo es un testimonio de cómo la belleza salva de la ideología. Un mal que padecemos aún en nuestros días.

Las espigadoras (Millet, 1857).

Las espigadoras (Millet, 1857).

Para Millet el arte pictórico se encontraba a la deriva: «La decadencia empezó cuando se llegó a creer que el arte, a pesar de que se inspira en la naturaleza, era el bien supremo; se propuso al artista como modelo y objetivo, sin considerar que su mirada está puesta en lo infinito».

Una de las personas que mejor llegaron a entender la obra y el espíritu de Millet fue su íntimo amigo Alfred Sensier. Sensier, reconocido crítico de arte del siglo XIX, dedicó un libro, «El Sensier», a explicar la pintura y pensamiento de Millet. Este libro surgió como fruto de las frecuentes conversaciones y correo epistolar entre ambos.

«El Sr. Millet ha sabido sacar de ese trozo de tierra, trivial como algo sin vida, el terrible grito de la naturaleza […] Es necesario saber mucho sobre la vida rural para que interese hasta ese punto ese trozo de arcilla labrada y llegar a expresar, mediante su configuración y sus contornos, la gran poesía del campo, la majestuosidad y el terror de los cielos, el modelado regular de los terrenos, la pobreza de la vegetación y la macilenta luz de los días malos. […] Millet no es, sin embargo, ni alguien desanimado, ni triste. Es un trabajador que tiene amor por su campo, lo rotura, lo siembra y lo recolecta. Su campo es el arte. Su inspiración es la vida, la naturaleza, a la que amó con todas las fuerzas de su ser. No se busque, por tanto, en su pensamiento sino el de un hombre compasivo y piadoso, que admira, que sufre y que lo dice con la voz de su corazón».»  (extracto de «El Sensier»).

Las cosechadoras en descanso (Millet, 1853)

Las cosechadoras en descanso (Millet, 1853)

Millet busca mostrar en sus lienzos la Belleza que es capaz de salvar al hombre. Su mirada es penetrante, como la de algunos santos. Llegó a ver en lo más pequeño la inmensidad absoluta: «Hay quienes me dicen que niego los encantos del campo, y yo encuentro en él mucho más que encantos: esplendores infinitos. Al igual que ellos, veo las florecillas de las que Cristo decía: “os aseguro que ni Salomón, en toda su gloria, vistió nunca como una de ellas”».

Millet siempre fue fiel a su modo de entender la pintura, aunque significara a cambio pasar grandes estrecheces económicas, como las que padeció toda su vida. Solamente en su última etapa obtuvo algún reconocimiento por parte de la crítica y cierto grado de popularidad social. Falleció en 1875, en Barbizón a la edad de 61 años.

Pastora con su rebaño (Millet, 1864)

Pastora con su rebaño (Millet, 1864)

Como sucede con todos los grandes pintores de la historia, su arte influyó en gran cantidad de pintores posteriores. Respecto a su estilo, su sentido armónico de la composición, sumado a sus pinceladas extremadamente precisas, se pueden ver reflejados en pintores como Monet, Pissarro o Seurat. Su manejo de la luz así como el gran número de lienzos realizados al aire libre sirvieron de inspiración para los futuros impresionistas. Pero si tuviéramos que destacar su influencia en un único pintor, ese seria sin duda Vincent Van Gogh.

Para el pintor holandés, Millet fue su referencia absoluta, tanto en el aspecto artístico como en el espiritual. Le consideraba como el artista que abrió el camino a nuevas formas de expresión cargadas de autenticidad, fuerza e impregnadas de la originalidad propia de la naturaleza como reflejo de Dios.

Descanso al mediodía (Millet, 1866)

Descanso al mediodía (Van Gogh, 1890)

La pasión por Millet queda reflejada en decenas de cartas que escribía a su hermano Theo: «Sí, el cuadro de Millet, el Angelus, «es algo», es magnífico, es poesía. […] Te cuento algunas frases que me han hecho impresión y emocionado profundamente de Millet: «El arte es un combate; en el arte es necesario jugarse hasta la piel. […] Se trata de trabajar como varios negros: Preferiría no decir nada antes que expresarme débilmente.» Fue ayer cuando leí esta última sentencia de Millet, pero desde mucho antes yo ya había experimentado lo mismo.»  Vincent Van Gogh.

El cuadro de «El Ángelus» fue motivo de obsesión enfermiza por parte de Salvador Dalí. Llegó a afirmar:  “En junio de 1932 se presenta de súbito en mi espíritu, sin ningún recuerdo próximo ni asociación consciente que permitan una explicación inmediata, la imagen del ángelus de Millet (…) se convierte para mi de súbito en la obra pictórica más turbadora, más enigmática, la más rica en pensamientos inconscientes que jamás ha existido”.

Atavismo del crepúsculo (Dalí, 1934)

Reminiscencia arqueológica del Ángelus (Dalí, 1935)

A partir de entonces Dalí hará innumerables reinterpretaciones de «El Ángelus» e incluso escribirá el ensayo «El mito trágico del Ángelus de Millet» analizando la obra por medio del famoso método paranoico-crítico. Más adelante descubriremos el secreto que alberga esta obra; secreto que salió a la luz precisamente gracias a Dalí .

El Ángelus arquitectónico (Dalí, 1933)

El Ángelus de Gala (Dalí, 1935)

«El Ángelus» de Millet es un cuadro de pequeñas dimensiones (66 cm de alto por 55,5 cm de ancho) realizado entre los años 1857 y 1859. Está realizado en óleo sobre lienzo y en la actualidad se encuentra en el Museo D´Orsay de París.

El Ángelus (J.F. Millet, 1857/59)

El Ángelus (J.F. Millet, 1857/59)

El cuadro fue un encargo realizado por un coleccionista de arte norteamericano, Thomas Gold Appleton, que había conocido a Millet en Barbizón, pero quien nunca llegó a recoger el lienzo. En 1865 Millet decide exponerlo en público y acabará siendo vendido por una cantidad exigua. En los años siguientes la pintura irá cambiando de manos sin a penas incrementarse el valor de la misma.

Es justo una década después de la muerte de Millet cuando su compra se convierte en objetivo prioritario del estado francés, en una dura pugna con los Estados Unidos. Al final, Francia lo adquiere por la ingente cantidad de 800.000 francos de oro.

«El Ángelus» representa la escena de una pareja en medio de un llano de tierra árida, poco fértil; en la  cual detienen sus labores de campo para rezar el Ángelus al escuchar las campanas procedentes del campanario que aparece al fondo del cuadro. En 1865, Millet afirmará: «El Ángelus es un cuadro que he realizado, pensando en como, trabajando antaño en el campo, a mi abuela no se le escapaba, cuando oía tocar la campana, de hacer que nos detuviéramos en nuestra labor para rezar el ángelus». Vemos como Millet refleja su admiración por la gente sencilla del mundo rural, por su religiosidad sincera e inherente a su quehacer diario.

El Ángelus (J.F. Millet 1957/59)

El Ángelus (J.F. Millet 1957/59)

La pareja de campesinos permanece en penumbra, mientras la luz ilumina tenuemente sus gestos y posturas, subrayando su actitud orante. De este modo consigue crear un profundo sentimiento de recogimiento. Al fondo se aprecia, iluminada por una luz dorada, una aldea en la que destaca la torre del campanario de la iglesia.

Lo que nadie podía sospechar es que la composición de «El Ángelus» actual no coincide plenamente con la primera composición que realizó Millet. Entra de nuevo en escena la figura de Salvador Dalí. El pintor de Figueras siempre manifestó haber percibido un halo de tristeza y muerte en el cuadro de Millet, algo que iba más allá de la diaria oración del Ángelus. Preguntaba a todos sus amigos y conocidos si también eran capaces de percibir esa atmosfera de óbito en la obra, pero nadie era capaz de percibir nada que no fuera una pareja de labriegos haciendo una pausa para rezar.

Como hemos dicho anteriormente, esta obra llegó a obsesionar de tal manera a Dalí que decidió profundizar en su investigación. Consiguió, gracias a sus influencias, que el lienzo de Millet fuese analizado con rayos X y…. ¡apareció la sorpresa! Se descubrió un dibujo previo debajo del actual cesto de patatas: revelaba la forma de un pequeño féretro o canasto que parece contener el cadáver de un bebé de pocos meses, por cuya alma estarían rezando los campesinos.

Radiografía realizada al Ángelus de Millet por el laboratorio del Louvre.

Radiografía realizada al Ángelus de Millet por el laboratorio del Louvre.

Dalí confirmó su hipótesis cuando consiguió mantener una conversación con un amigo de Millet, el cual le confesó que el pintor francés en un primer momento había pintado el diminuto ataúd de un bebé. Debido a la mala acogida que tuvo por parte de las primeras personas a las que Millet enseñó su obra, decidió eliminar la carga dramática de la escena que causaba tal rechazo y optó por sustituir el pequeño féretro por un cesto de patatas.

¿Acertó en el cambio? En un principio podríamos pensar que sí, dado el gran éxito posterior que tuvo la obra, llegando a convertirse en un icono pictórico mundial. Nunca sabremos lo que habría pasado de haber mantenido su planteamiento original. Lo que sí es cierto es que, una vez conocida la historia de detrás del cuadro, es difícil mirar «El Ángelus» de la misma manera que antes, sin ver más allá de ese cesto de patatas, la tristeza de unos padres ante la muerte de su propio hijo y la Fe limpia y sencilla que en lugar de desesperación y amargura es capaz de transmitir sosiego y paz, más allá del dolor y de la muerte.

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