La sede (cátedra)

Este artículo dedicado a la sede ha sido posible gracias al trabajo de investigación del padre Javier Sánchez Martínez, vicario parroquial de la Trinidad (Córdoba), licenciado en Teología, especialidad Liturgia por la Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid), profesor en el I.S.CC.RR. «Victoria Díez» (Córdoba) y Miembro del equipo de la delegación diocesana de liturgia.

Padre Javier Sánchez

Padre Javier Sánchez

El padre Javier es el creador del blog Corazón eucarístico de Jesús dedicado a la formación y catequesis de adultos, mistagogia de la liturgia, pensamiento teológico, vida espiritual y aliento para la santidad.

La sede, junto el altar y el ambón, es uno de los elementos que componen el presbiterio en un templo católico.

Presbiterio

Presbiterio

¿Qué significado tiene la sede? El Catecismo de la Iglesia (nº 1184) la define así: La sede (cátedra) del obispo o del sacerdote «debe significar su oficio de presidente de la asamblea y director de la oración.»

La sede, también denominada más específicamente como sede presidencial, posee una significación mayor que la simple funcionalidad de dar asiento al presidente de la asamblea.

La sede es el icono visible de Cristo Rey, Señor de todo, que reúne a su Iglesia dispersa. Una sede vacía espera elocuentemente la venida del Señor que se sentará en gloria para juzgar a vivos y muertos. Una sede vacía debe evocar el pensamiento de la primera comunidad: ¡Ven, Señor Jesús!

Sede realizada en madera.

Sede realizada en madera.

La sede es el ejercicio de Cristo Maestro que, desde ella, enseña con palabras verdaderas a su Iglesia y se visibiliza por medio del ministro ordenado.

Breve recorrido histórico

No todo se reduce al altar, ni es éste el único elemento necesario para la liturgia. Desde el principio, junto al altar, la Iglesia destacó el lugar desde el cual presidía el obispo o el presbítero la divina liturgia: un asiento, una sede, cuyo significado era más simbólico que meramente utilitario.

La Iglesia veneró y valoró mucho la sede. Una de las representaciones más antiguas de Cristo, junto a la del Buen Pastor, es la de Cristo sentado enseñando. Cristo era el verdadero y único Maestro y Doctor. Lo vemos así sentado en el mosaico del ábside de la basílica de Santa Pudenciana de Roma.

Ábside

Mosaico paleocristiano del ábside de la basílica de Santa Pudenciana de Roma.

En otras ocasiones, la representación era la de la sede vacía, bellamente adornada y una cruz, señalando la espera del Retorno glorioso de Jesucristo.

Mosaico

Mosaico del baptisterio de los arrianos en Rávena.

La consideración de Cristo Maestro y Rey, sentado, se plasmó muy pronto en una sede para quien debía hacer el oficio sacerdotal en la liturgia, principalmente el Obispo. Ver al Obispo en la sedecátedra– era contemplar a Cristo mismo presidiendo y enseñando a su Iglesia.

Benedicto XVI

Benedicto XVI en la sede de la basílica de San Pedro del vaticano.

Testimonios no faltan de la importancia que se le va atribuyendo a la sede en la liturgia por su valor simbólico.

Tertuliano, en el siglo III, escribe: “Recorre las iglesias apostólicas y en ellas podrás contemplar cómo presiden aún las cátedras de los apóstoles” (De Praesc., 36).

Sede ricamente ornamentada.

Sede ricamente ornamentada.

Nos llegan también testimonios de cómo la Iglesia fue embelleciendo esta cátedra, con ricos adornos, mosaicos, altos respaldos, cojines y paños preciosos. San Agustín nos habla de ello (Cta. 23,3): “Contemplando a Cristo, no te arredre represión de hombre alguno ni temas su poder. El honor de este siglo pasa. Pasa la ambición. Ni ábsides escalonados, ni cátedras tapizadas…”

Cátedra del Obispo de Roma en la basílica San Juan de Letrán.

Cátedra del Obispo de Roma en la basílica San Juan de Letrán.

Pero ocupar la cátedra, para san Agustín, no debe ser causa de soberbia, sino de humildad en el servicio, es el amoris officium: “Conviene, en efecto, que se otorgue el primer puesto al siervo de Dios que tiene algún cargo en la Iglesia, porque, si no se le otorga, el mal será para quien se niega a ello; ningún bien, en cambio, se deriva para aquel a quien se concede. Es conveniente, por tanto, que en la asamblea de los cristianos los que están al frente de ella se sienten en un lugar más elevado, para que mediante la misma sede se distingan de los demás y aparezca con claridad su ministerio; no para que a causa de ella se inflen, sino para que piensen en la carga de la que han de rendir cuentas” (Serm. 91,5).

Pensemos, por ejemplo, en la arquitectura de las grandes basílicas cristianas: la cátedra es fija, de piedra, sobre dos o tres escalones elevada sobre el nivel del presbiterio; a ambos lados, un banco corrido con respaldo para los presbíteros, en el fondo del ábside. Así, clarísimamente, en San Vital de Rávena.

Basílica menor de San Vital en Rávena

Basílica menor de San Vital en Rávena

En la Edad Media se produce una evolución. La cátedra pasa a ser exclusiva del obispo, convirtiéndose más bien en un trono, que va desplazándose a un lateral, mientras el ábside es ocupado por el altar y el retablo. En la cátedra el obispo ya no preside la liturgia, sino que asiste a la Misa celebrada por los sacerdotes.

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Los sacerdotes no tienen sede: la liturgia se desarrolla entera en el altar, en la Misa privada o sencilla; en la Misa cantada, el sacerdote, diácono y subdiácono se retiran a un lado y se sientan en unos discretísimos taburetes, nada simbólicos, sino simplemente prácticos, para que descansen mientras se canta. Además, en la antigüedad cristiana se quería visibilizar muy claramente la diferencia entre el Obispo y el sacerdote, aquél con cátedra, éste al actuar delegadamente, no poseía cátedra. El sacramentario Gelasiano da a entender que simplemente se sienta durante el canto del Gloria en un asiento discreto (GeV 452).

Se pensaba que el sacerdote era mero servidor, y no señor, y por ello no debía tener una sede, y mucho menos adornada, sino un taburete sin respaldo, al igual que el subdiácono y el diácono. De ahí viene la costumbre –que aún vemos- de tres sedes iguales en el presbiterio que no realzan la presidencia de Cristo Maestro, costumbre que hay que desterrar, dejando una sede única.

Ejemplo de tres sedes iguales en un presbiterio.

Ejemplo de tres sedes iguales en un presbiterio.

Descripción y características de la sede

La sede no va en función de la dignidad sino del ministerio que se ejerce. Es única: distinta la del que preside de la de los demás, aunque sean concelebrantes u otros obispos. La sede es única.

Es el signo de Cristo que preside, el signo de Cristo Cabeza de su Iglesia.

a) Única: Una sede digna para el que preside. No tantas sedes iguales cuantos ministros haya

b) Elevada: Al que preside se le debe ver. Y él debe ver bien a la asamblea, especialmente para la homilía que puede, oportunamente, hacer sentado. Si hay otras sillas, fuera de la tarima o alfombra.

c) No quedar separada de la asamblea: Ni por demasiado alta, ni por escondida, detrás del altar y al mismo nivel de plano. Si se sitúa en el fondo del ábside, debe tener la suficiente elevación para que el altar no oculte al presidente. Una justa medida y buena visibilidad.

d) Digna: entraría el adorno festivo: cojines según el color del tiempo litúrgico, o paños vistosos (cathedrae velatae, la llamaba S. Agustín como antes decíamos), pero sobre todo, por su factura y realización, en consonancia artística con los demás elementos celebrativos.

En muchos lugares, la sede está detrás del altar, con una tarima de un escalón tan solo y un gran atril de hierro delante, y apenas se veía al sacerdote. Empobrece su significado y no es útil para el ejercicio litúrgico.

Sede

Sede semiescondida detrás del altar.

En otros lugares, la sede es un sillón situado a varios metros de un atril -¡el atril de la epístola!- donde se realizan los ritos iniciales y luego ha de caminar hasta llegar al sillón. ¡La sede es un lugar simbólico! En la misma sede es donde el sacerdote -¡y no digamos el Obispo en su cátedra!- realiza los ritos iniciales y predica, teniendo allí el servicio auxiliar del micrófono y siendo visible para los fieles y no semioculto.

El Misal prescribe las características de la sede

«La sede del sacerdote celebrante debe significar su ministerio de presidente de la asamblea y de moderador de la oración. Por lo tanto, su lugar más adecuado es vuelto hacia el pueblo, al fondo del presbiterio, a no ser que la estructura del edificio u otra circunstancia lo impidan, por ejemplo, si por la gran distancia se torna difícil la comunicación entre el sacerdote y la asamblea congregada, o si el tabernáculo está situado en la mitad, detrás del altar. Evítese, además, toda apariencia de trono. Conviene que la sede se bendiga según el rito descrito en el Ritual Romano, antes de ser destinada al uso litúrgico.

Asimismo dispónganse en el presbiterio sillas para los sacerdotes concelebrantes y también para los presbíteros revestidos con vestidura coral, que estén presentes en la celebración, aunque no concelebren.

Póngase la silla del diácono cerca de la sede del celebrante. Para los demás ministros, colóquense las sillas de tal manera que claramente se distingan de las sillas del clero y que les permitan cumplir con facilidad el ministerio que se les ha confiado» (IGMR 310).

La misma sede del Obispo, la cátedra en la iglesia catedral, debe permitir al Obispo realmente presidir, ser visto, predicar sentado sin que esté semioculto; esta norma para la cátedra episcopal rige igualmente para la sede en cualquier iglesia:

Sede de la Catedral de Córdoba.

Sede de la Catedral de Córdoba.

“La cátedra  de la cual se habló en el n. 42, debe ser única y fija y colocada de tal manera que se vea que el Obispo preside verdaderamente toda la comunidad de los fieles.

El número de gradas que tenga la cátedra, se debe adaptar a la estructura de cada iglesia para que el Obispo pueda ser visto con facilidad.

No se coloque baldaquino encima de la cátedra, pero consérvense con diligente cuidado las obras preciosas que han legado los siglos” (CE 47).

Liturgia desde la sede

La sede es uno de los lugares litúrgicos necesarios para la Eucaristía y otros oficios litúrgicos, así como lo son el ambón y el altar. Desde la sede se preside, se ora, se dirige la oración y se enseña en la homilía. En la sede se significa el oficio de Cristo, Cabeza, Pastor y Maestro, y se supera la mera utilidad de sentarse durante unos cantos en tres sillas iguales al simbolismo de la cátedra.

Bastaría ver las antiguas basílicas para descubrir el lugar de la sede (en el ábside) de manera preeminente (el que preside está más elevado que el banco de piedra corrido para los sacerdotes).

Presbiterio de la basílica de San Clemente en Roma.

Presbiterio de la basílica de San Clemente en Roma.

La sede como lugar litúrgico ha de habilitarse allí donde se celebre la Santa Misa y no únicamente en la parroquia, sino también en cualquier oratorio, capilla o iglesia de contemplativas. Es un contrasentido y ahora una grave infracción comenzar la Misa ya directamente desde el altar. Éste se reserva para el sacrificio y por tanto al altar se acerca el sacerdote para depositar la oblata y pronunciar la plegaria eucarística: los demás oficios (ritos iniciales, también la homilía, etc. y al final la bendición) los dirige desde el sitio de la presidencia.

«El lugar de presidencia o sede del sacerdote celebrante significa la función de presidir la asamblea litúrgica y de dirigir la oración del pueblo santo» (Bend 982).

Al Obispo se le indica que el lugar normal para que predique es su cátedra: “el Obispo hable al pueblo de Dios desde su cátedra, a no ser que la condición del lugar aconseje otra cosa” (CE 51).

En la sede se realiza el sacramento de la Confirmación. Desde la sede predica el obispo, en la sede, sentado, recibe la renovación de las promesas bautismales y en la sede se realiza la crismación:

“La celebración de ordinario se desarrolla en la cátedra. Pero si es necesario para la participación de los fieles, prepárese una sede para el Obispo delante del altar, o en otro lugar apto” (CE 457).

“Terminada la homilía, el Obispo, sentado, con mitra y báculo, interroga a los confirmandos, que están de pie, les pide la renovación de los compromisos bautismales y al final proclama la fe de la Iglesia, a la cual la asamblea asiente con una aclamación o con un canto adecuado” (CE 463).

“Después del Obispo se sienta y recibe la mitra. El diácono se acerca trayendo la crismera y crismeras con el santo crisma” (CE 465).

En la sede se realiza el sacramento del Orden: la homilía, el escrutinio, la imposición de manos y los ritos auxiliares.

Obispo celebrando

Obispo sentado en la sede.

En la sede, además, si no hay grave obstáculo, se realizan ritos especiales, por ejemplo, la bendición del Abad o Abadesa. Igualmente es en la cátedra, o en una sede más visible si fuere necesario, donde se realiza el rito de consagración de vírgenes, sean seglares o sean monjas. En la sede también se realiza la institución de los ministerios laicales del lectorado y acolitados.

El simbolismo litúrgico de la sede se resalta cuando hay que inaugurar una sede nueva; entonces se procede a bendecirla para destinarla al uso litúrgico. La plegaria de bendición acude a la contemplación del ministerio de Cristo en cuanto Pastor que sigue pastoreando desde la sede litúrgica.

Es una lástima que muchas veces la sede queda al margen de la liturgia y se haga la homilía delante del altar con un micrófono (costumbre muy extendida entre algunos obispos; entre los sacerdotes, un inalámbrico y situándose entre los primeros bancos): se busca entonces impactar de forma mediática, pero pierde todo el valor de signo.

Sacerdote micrófono en mano durante la Santa Misa.

Sacerdote micrófono en mano durante la Santa Misa.

Vale la pena detenerse en analizar este lenguaje comunicativo de la forma y del lugar que hemos plagiado de los usos civiles (políticos y educativos) en detrimento de la forma litúrgica:

La predicación de pie ha sufrido, sin embargo, ciertas influencias de la forma de realizar discursos en las sociedades democráticas. Si es propio del ceremonial real que el rey no solo ocupe el trono sino que también desde él dirija sus discursos, los líderes de los Estados modernos han elegido permanecer de pie, como quien rinde cuentas, y así dar una connotación menos magisterial y más informativa. Así, por ejemplo, el presidente de los Estados Unidos suele dirigirse habitualmente a sus electores y ciudadanos detrás de un atril, mientras que en los momentos de más solemnidad, siempre televisados, lo hace sentado en el despacho oval.

J.F. Kennedy detrás de un atril.

J.F. Kennedy hablando desde un atril.

Este ejemplo viene bien para comprender cómo se ve hoy la predicación sentado: como algo más ‘solemne’. Esta forma de hablar desde el ámbito político también ha condicionado en no pocas ocasiones que veamos de forma natural que los ambones sean meros atriles en vez de espacios litúrgicos en sentido estricto.

El presidente Obama sentado

Discurso del presidente Obama desde el despacho oval.

Pero la forma de dar clase propia de las universidades anglosajonas ha introducido una nueva forma dependiente de esta pero en movimiento: el profesor o el lecturer tiene libertad de moverse en el estrado para no cansarse durante la hora de clase y para evitar que los alumnos fijen su mirada tanto tiempo en un punto estático. Esto degeneró en que algunos predicadores no solo anduvieran por el presbiterio sino que incluso, al margen de la costumbre universitaria, hablaran entre los fieles, dándole la espalda a parte de la asamblea.

Esta forma contradice la forma fundamental de comunicación –dando la cara a los oyentes- y OGMR 136 que, además de hablar de la sede y el ambón como lugares, admite la posibilidad de otro lugar.

Conviene no perder de vista que la homilía no es una clase de teología ni una catequesis, sino una exposición sobre un tema de la vida cristiana tal y como está previsto en el año litúrgico.

También hay que tener en cuenta que el presbítero no debe abandonar el presbiterio ni siquiera en el momento de la paz, pues la distinción santuario/nave tiene un sentido pedagógico y teológico como imagen de la Iglesia celeste/terrestre. Al no ser una clase, su duración es necesariamente breve comparada con esta, condicionando de este modo su propio contenido” (Ivorra, A. “Expresividad”, 424-425)

Dibujos y fotografías tomadas de aceconstrucciones.mex.tl, bancasparaiglesia.com, wikimedia.org, hdma03.wordpress.com, catholicvs.blogspot.com.es, ellitoral.com

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